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Un viaje en tren (1ª parte)



           ¡Hola a todos! Aquí comienza la serie de relatos "Un viaje en tren", compuesto de varias partes. En este caso la historia trata sobre Alan, un inspector de policía al que pocos días antes de partir en tren hacia su pueblo natal le envían una carta con aviso de bomba en un ficticio 1848. ¿Qué habrá de verdad en esta historia? La única manera de saberlo es leyendolo! En fin, espero que os guste y que lo disfrutéis!! ;)





        <<En ese preciso momento me encontraba en el despacho de mi buen y viejo amigo Conrad. En realidad estoy en su particular despacho de casa. Él y yo nos conocemos desde que nací, ya que en su  día él y mi padre fueron grandes socios, hace ya mucho tiempo, claro. Actualmente mi padre... bueno, está muerto. Concretamente lo asesinaron brutalmente ante mis ojos. En fin, creo que fue precisamente por eso por lo que me hice inspector oficial de la policía de Londres. Quién sabe. A lo mejor...>>
    -Alan- Exclamó-. ¿Es que no me estás escuchando? El té se te va a quedar frío- A continuación le señaló con el dedo índice una taza situada encima de una preciosa mesa de color caoba.
    -Disculpe, señor. Es simplemente que estaba pensando en...
    -No tienes por qué disculparte- Le reprimió al instante-. En mi opinión un hombre en condiciones, hecho y derecho, sólo debe disculparse cuando se lo requieran.
    <<Jé- Pensó en tono burlón-. Pues menuda opinión.>>, se limitó a pensar Alan al mismo tiempo que le echaba un buen sorbo a su taza de té caliente.
    -Por cierto, mi querido Alan...- Volvió a tomar la palabra el señor Conrad. Alan siempre solía dirigirse a él como "Señor Conrad", como en respeto a los grandes amigos que fueron su padre y él, mientras que por el contrario Conrad se dirigía a él por su nombre. Era como una especie de constumbre que tenían entre ambos- ¿Aún todavía tienes pensado tomar ese tren? ¿Terminaste considerando mi opinión o qué?
    -Pues...- Vaciló por unos instantes...- Sinceramente; no.- ...Aunque al final se decantó por decir la verdad.- Ya sabes que tanto como inspector de policía como buen ciudadano no puedo abandonar ese tren. Simplemente, mi dignidad y mi orgullo me lo impiden.
    -Pero... Alan...
    -Finalmente he tomado una decisión, y es que tengo pensado coger ese tren. Y punto. No hay mas que hablar.
    -Alan, ya sabes lo que diría tu padre... Considéralo por un momento, por favor.- Hizo un breve intento por hacerle entrar en razón.
    -Ahora mismo mi padre está muerto y no piensa nada. A veces uno tiene que hacer ciertas cosas aunque los demás no se lo recomienden.
    -Bueno.- Terminó por ceder el señor Conrad de mala manera.- Haz lo que quieras. Pero no quiero que luego digas que no te lo advertí. Mas que nada por que a esa hora ya estarás muerto.- Sentenció.
    -Mi querido Conrad.- Le contestó en un tono algo irónico y gracioso.- Estamos en el siglo veinte. No en la Edad Media, donde los señores feudales hacían lo que les viniera en gana con sus siervos. Cogeré ese tren, te guste o no. Además...- Hizo un intento por justificarse.- Tampoco es seguro que halla una bomba de verdad.
    -Pero sí es lo mas seguro. Te recuerdo que tú mismo lo dijiste. Aunque fuera una simple gamberrada... ¿Quién querría gastar tal broma de mal gusto a unos ancianos, madres y niños pequeños que se dirigen al pequeño pueblo de Kingstrain a ver a sus más queridos familiares? Tu mismo lo dijiste. Eso carece totalmente de sentido común.
    -Escúchame.- Le dijo Alan entre susurros.- Aunque finalmente decidiera no coger ese tren, la jefatura superior de policía me ha ordenado que coja ese tren y que garantize la seguridad de todos sus pasajeros, aprovechando que decidí tomarme una semana de vacaciones hacia ese pueblo. Y precisamente por eso sospecho que alguien se ha podido enterar de aquello y por eso lo de la bomba. ¿Me entiendes mejor ahora?
    -Mmm.- Se quedó pensativo Conrad.- Ya veo. Ahora te entiendo un poco mejor. Pero aún así de todos modos no me sigue pareciendo muy buena idea.
    -Ya lo sé.- Le contestó al tiempo que se levantó de su cómodo sillón de madera para coger su chaqueta de cuero negro y ponérsela con algo de elegancia.- Bueno, me tengo que ir. Mañana sale dicho tren, así que tendré que prepararme bien. En fin, que descanses. No hace falta que vengas mañana a despedirme.- Le aclaró.
    -De acuerdo. En fin, adiós.
    -Nos vemos, viejo.- Y acto seguido cerró la puerta con suavidad.
    <<Vale. Puede que Conrad quizás sea algo testarudo y cabezón, pero en el fondo es lo que se le puede considerar buena gente.>>, pensaba Alan.
    Ayer recibió la carta. Era de color marfil, sin remitente ni destinatario. Era como una declaración en la que decía que una bomba de grandes dimensiones estallaría en el quinto tren del día, camino a Kingstrain. Un chivatazo.




    Aquella mañana hacía un intenso frío. Un frío que calaba los huesos. Un frío que congelaba el alma. Era la mañana justo después de la distendida conversación con el señor Conrad. La mañana en la que saldría dicho tren. El quinto y maldito tren. Y Alan lo sabía. Estaba bien preparado. Sabía lo que se jugaba. Pero aun así prefería sentir que lo tenía todo controlado. Le agradaba aquella sensación. El tren estaba a punto de salir.
    -Pero Conrad...- Inició de nuevo la conversación Alan.- Ya te dije que no hacía falta que vinieras a despedirme. Sólo estaré fuera una semana.
    -Bueno, no tenía nada mejor que hacer.
    -¿En serio?
    -¿Algo mejor que visitar a mi amigo del alma? Imposibe.
    -Te agradezco el detalle.
    -Bah, no es nada.- Le contestó al mismo tiempo que le dió un fuerte y firme abrazo, dejándole una pequeña pistola en su bolsillo derecho.
    -Lo siento.- Le impidió.- Pero no puedo aceptarlo.
    -Mi querido amigo. ¿Y quién sería mas capaz de usarla que el mejor inspector de policía del país? Yo... Ya estoy muy viejo para usar esas cosas. Es una vieja que compré cuando yo tenía tan sólo veintitres años. Hace ya varias décadas. Ya no me acuerdo de cómo manejarla. Estoy seguro de que tu sabrás sacarle mejor partido.
    -De eso puedes estar seguro.- Le prometió.- Bueno, mi tren está apunto de salir. Será mejor que me vaya corriendo.
    -Ten mucho cuidado.
    -Lo tendré, viejo.- Terminó al tiempo que le guiñó un ojo.


                                    Continuará...


Escrito por Jonathan Molina

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