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Un viaje en tren (4ª Parte)


          ¡Hola otra vez, otro día a todo el mundo! Hoy (Por fin!!) llega la cuarta parte de la serie de relatos "Un viaje en tren", en la que veremos qué ocurre desde el final de la tercera parte, en la que de pronto Alan se quedaba atrapado en el cubículo de su vagón junto con el sospechoso de bomba. Así que no os hago esperar mas, ahí va!

    Un conocido sonido resonó de nuevo en el cubículo. La puerta se había cerrado. Susan estaba gritando.
    -¡¿Pero qué...?!- Se sorprendió Alan, el cuál se daba cuenta de como la situación estaba cambiando repentinamente para peor. Al momento intentó forzar el pomo de la puerta con todas sus fuerzas, aunque de pronto notó como estaba totalmente bloqueada.- ¡Mierda!- Se repetía una y otra vez en su interior. Tenía que hacer algo, y rápido. No quedaba tiempo para pensar. Así que, sin pensárselo dos veces, se dirigió hacia su bolsa de viaje, agarró su arma oficial, rápidamente comprobó que estaba cargado y disparó contra pomo de la puerta.
    Entonces salió disparado como un rayo hacia fuera.
    -Esto no puede estar pasando.
    Aún no se lo podía creer cuando vio al inspector Clyde a su derecha, con un corpulento hombre apuntándole sin remordimientos a la cabeza, y a Susan a su derecha con otro corpulento hombre apuntándole de la misma forma.
    -¡Tira el arma o los matamos a los dos!- Le ordenó uno de los secuestradores mirando fijamente el revólver que Alan sostenía firmemente con las manos.
    -¡No lo hagas, Alan!- Le pidió Susan con un tono desesperado.
    -Tu cállate.- Le reprimió su secuestrador con un brusco gesto de manos. Tenía una voz bastante grave y autoritaria.
    Alan se dio cuenta de cómo los segundos se hacían eternos. ¿Qué iba a hacer? En ese momento estaba en pleno trance emocional.
    -Renuncio.- Se limitó a decir.
    -¿Cómo?- Se preguntó el inspector Clyde mas incrédulo que nunca.- ¡Pero Alan! ¿Te das cuenta de lo que estás haciendo?
    -Perfectamente.- Contestó mientras le miraba con cara apenada al tiempo que tiró su arma lo mas lejos que pudo.- Ahora soltad a los dos. Después de  todo, ya tenéis lo que queríais, ¿no? Soltad a los dos y cogedme a mí.
    Entonces fue cuando los dos secuestradores bajaron las armas.
    <<¿Eh?>>, se quedó sorprendido Clyde. <<¿Está... sonriendo?>>
    Efectivamente. Estaba sonriendo de oreja a oreja. Algo se traía entre manos. Era como si un destello de luz se hubiera encendido en su mente. Ya lo tenía.
    Edwar Milton. Ese era su nombre. Aquella persona que instantes antes estaba apuntando fijamente a Susan con su pistola. Un asesino en serie bastante conocido por la policía londinense. Y precisamente el caso que Alan estaba estudiando en esos momentos. Y precisamente con el que había tropezado momentos antes al salir hacia fuera del vagón a toda prisa. Tenía los ojos verdes. Por eso sospechaba del viejo que le acompañaba en su cubículo. Al momento cayó en la cuenta de su equivocación. Todo estaba conectado. Ahora todo encajaba.
    -Vaya.- Dijo Alan rompiendo el tenso silencio que se respiraba.- Veo que ahora también secuestras jovencitas y todo. Interesante.- Se metió las manos en los bolsillos....- Vas progresando.- … Para luego mirarlo fijamente.
    <<Claro, ya entiendo.>>, se fijó el inspector Clyde. <<Lleva otro revólver en el bolsillo. Por eso no tuvo inconveniente alguno en tirar su otra arma. Chico listo.>>.
    Precisamente el revólver que su gran amigo Conrad le había regalado antes de partir.
    -Cállate.- Le ordenó Edward.
    -Oye, ¿qué tal si te llamo Ed? Suena mejor, ¿no crees?
    -¡Que te calles!- Se comenzó a poner nervioso.
    -¿Y porqué tendría de hacerlo?- Le retó Alan.
    -Por Barry.- Le respondió señalado con un dedo justo detrás de él.

     Poco a poco consiguió entreabrir los cansados ojos de su rostro. Notó que ya estaba cayendo la tarde, el sol ardiente ya se estaba poniendo, y la nubes comenzaban a ocupar gran parte del bello paisaje. Pronto se dio cuenta de cómo estaba atado de pies y manos con unas duras cuerdas. O quizá no tan duras. Con un poco de destreza y algo de mano derecha consiguió cortar las cuerdas con una discreta navaja escondida en el bolsillo trasero de su pantalón. Seguidamente despertó a Susan y Clyde, los cuáles estaban inconscientes y también atados de pies y manos. A continuación, sin explicación ninguna, le dio la mano firmemente a Clyde, dándole un fuerte abrazo rápidamente a Susan.
    -¿Pero a dónde vas?- Le preguntaron Susan y Clyde casi al unísono.
    -Pues, a hacer un poco de escalada.- Le contestó Alan al mismo tiempo que le guiñaba un ojo a Susan.

                                                                        Continuará...

Por: Jonathan Molina

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